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Semproniana

miércoles, mayo 20th, 2009 | Barcelona, Restaurantes

La Semproniana de Ada Parellada es uno de los restaurantes más originales del Eixample. La cocina, a juego con la decoración, es una divertida y ecléctica mezcla de culturas y épocas, con multitud de detalles ornamentales que parecen sacados de un taller de artes plásticas. Fantasía en la sala que se contagia en la mesa.

 

Con puntualidad británica, las 3 parejas protagonistas de la velada nos presentamos en la puerta del local, dispuestos a continuar nuestra ruta culinaria, tras visitar en jornadas anteriores Saüc y Coure. Por tanto, aunque por encima de todo el objetivo es pasarlo bien entre amigos, el listón estaba realmente alto.

Atravesamos por completo la sala para ubicarnos en nuestra mesa, preparada en la esquina más alejada del centro neurálgico del reino de la emprendedora Ada. Empezamos bien, soy un soso -aceptado- y me gusta la tranquilidad.

Tras breve estudio de una carta que por sus dimensiones parece salida de Cariño, he encogido a los comensales, decidimos probar una buena representación de las propuestas curioso-creativas de la Semproniana.

Para mí, todo un clásico, el brazo de un gitano moreno, metafórico nombre que recibe el canelón de butifarra negra con bechamel de parmesano. Contundente y sabrosón relleno de butifarra, recubierto de muy buena pasta artesana, acertada en punto y grosor, que no es fácil. Sí, lo sé, peco de inmodesto, pero creo que fue la mejor elección de entrante de la mesa.

Cayeron también una ensalada de col y nueces, con protagonismo para los arenques envueltos sobre mascarpone y el acertado toque de las uvas; la cajita de salmón con espárragos trigueros y aceite de pistachos (excelente salmón marinado, en ración muy generosa para un plato tan graso); y el premio al plato más equilibrado, que recayó en la lengua fría, a modo de ensalada con pequeñas judías pintas y picadillo.

Como plato principal escogí el esturión con compota de manzana, jugo de especias y verjus. Gran detalle el de este condimento recuperado de la alta cocina francesa medieval, que le da un toque afrutado, aportando ese punto de acidez que tan bien le viene al esturión. En este caso, el pescado de las codiciadas huevas tenía una durísima competencia en el excelso recuerdo que tengo de él en Àbac. Pero no fue eso lo que más le pesó, sino un punto de cocción que, sin ser desproporcionado, sí hizo que se resecara ligeramente la pieza.

En términos parecidos anduvieron los otros pescados: la corvina, sobre puré de berenjena y mató, y el rodaballo, con suave de jamón y salsa de colmenillas. Insisto en que no fue nada grave, pero unos tiempos de cocción menores hubieran mejorado el resultado.

Nuestras fauces carnívoras se decantaron por un par de gustosos solomillos de buey con brie y salsa de vino tinto, y de un magret de pato con naranja, vainilla y trufa de foie-gras, que lució mucho en plato y algo menos en boca, donde le faltó algo de ternura.

En los postres, goloso tocinillo de cielo; cuarteto de helados (curioso el de manzana al horno… y más aún que en un par de semanas pruebe un ingrediente tan poco frecuente en dos locales –Petit Comité– y en texturas diferentes); correcto delirium tremens de chocolate; y divertido chocolate de la infancia, consistente en una mousse de chocolate blanco, con piruleta a modo de cuchara.

Para regar todo este despliegue, la personalidad del balear ÀN/2 que, a riesgo de parecer un tiquismiquis, hubiera resplandecido más con 3 ó 4 grados menos.

Con cafés, aguas, litro y medio del crianza de Ànima Negra Viticultors, y una rica coca de vidre como petit-four, 45 euros por persona. Sin tener el nivel culinario de Saüc o Coure -tampoco lo pretende-, el objetivo de comer bien, divertirnos y pasar un gran rato entre amigos estaba más que cumplido.

Post written by Daniel Muro

Tags: ada parellada, barcelona, cocina creativa, Restaurantes

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