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Rilke

miércoles, mayo 9th, 2018 | Barcelona, Coctelerías, Restaurantes

Hace algo más de medio año, el piso de altísimos techos -fantástico, para mí lo quisiera- en un principal de Mallorca-Pg. de Gràcia que albergó Beltxenea, abrió de nuevo sus puertas para alojar una de las novedades gastronómicas más interesantes del año. Y es que Rilke no destaca solo por ese halo de misterio que envuelve a los restaurantes semiescondidos en pisos, o por la elegancia de sus salones, o por el confort de sus mesas, espaciosas y espaciadas.

Para empezar, la cocina de Rilke disfruta de un par de sólidos avales. Rafa Peña es el primero. Reiteradamente olvidado por la guía roja a pesar de ser uno de los mejores cocineros de Barcelona, Rafa asesora la propuesta culinaria del local, con una cocina de base clásica revisada y actualizada, quizás en un punto menor que en su Gresca, pero no menos meditada ni precisa en su ejecución. Y es aquí donde entra el segundo valedor de la idea. Jaime Tejedor, el que dirigiera los fogones de Libentia -proyecto efímero que mereció sobradamente su consolidación-, demuestra ahora en Rilke su sensibilidad por los fondos equilibrados y los perfectos puntos de cocción.

Pero entremos en detalle. Noche de viernes y local rozando el pleno. El ambiente, sosegado, tranquilo, tanto en los salones como en la agradable zona de coctelería en la que se recibe al comensal. Desestimamos en esta ocasión las mezclas y pasamos, ya en la mesa, al vermut.

Acompaña al Cinzano 1757 un pequeño milhojas de brandada de bacalao, sabrosa y de impecable textura, sin enmascarar el punto salado de la materia prima -ya cansan los desalados exagerados que desnaturalizan el sabor del bacalao-.

Llega nuestra primera elección, en forma de una tremenda torrija de escalivada, de seductores contrastes, sin duda bocado imprescindible en la visita al local. Y una de producto, al natural, con un par de ostras Gillardeau, carnosas y en buen calibre.

Seguimos con ostras, aunque ahora arropadas por un ingrediente fetiche de Rafa, las mollejas de ternera, que revisten la desnudez del cotizado molusco, entibiándolo y potenciando su sabor, ligando el conjunto con una notable parmentier.

De platazo a platazo, con unos maravillosos guisantes lágrima, con huevo a baja temperatura, una cebolla encurtida que es mucho más clave de lo que parece, y unos generososos dados de cansalada que me traen recuerdos al también goloso tocino crujiente del gran Saüc de la añorada etapa del Ptge. Lluís Pellicer, o incluso de una referencia más probable, como serían las vieras con tocino del propio Tejedor en el Libentia de 2009.

Echo de menos algo de melosidad en los originales calamares a la carbonara, aunque el finísimo corte en formato tallarines del animalillo y, sobre todo, la textura de la yema curada, justifican su comanda.

Aromático y esponjoso como pocos el babá al ron, con helado de moscovado y, para bien o para mal -para gustos, colores-, muy generoso en su baño licoroso.

Destacable carta de vinos, con referencias interesantes en no pocas denominaciones. Nos paseamos por la Loire, con el Sancerre Mélodie de Vieilles Vignes 2015 (Domaine Vincent Gaudry), un enérgico sauvignon blanc biodinámico, mineral y floral a partes iguales. Eso sí, pecado de muchos, penalizado con el margen del x2.

Con un excelente servicio de sala capitaneado por la solvente ex-Hisop Susana Krcivoj, 75 euros por persona.

Los proyectos de restauración en Barcelona se mueven más que nunca. No hay semana que no lea-oiga-vea algo sobre una nueva propuesta en la ciudad, y los que tenemos curiosidad por conocer este mundillo difícilmente damos abasto y hay que priorizar. Pero no dudéis, priorizad Rilke.

Post written by Daniel Muro

Tags: barcelona, beltxenea, jaime tejedor, rafa peña, Restaurantes

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