Estocomo

Nairod

domingo, mayo 19th, 2019 | Barcelona

He pasado grandes momentos en el 141 de Aribau. Recuerdo los golosos dados de patata, con su característico regusto a mantequilla, que acompañaban el steak-tartar de impecable aderezo del Petit Bergerac. O, hace mucho menos, el fresquísimo bonito de Alvart, marinado en naranja, que Alvar Ayuso revestía de un sedoso ajoblanco de piñones, y que flanqueaba de unos encurtidos muy de escuela Hermanos Torres.

Seguro que Rusti conoce esos precedentes. A menos de 10 minutos de allí, David Rustarazo fue brazo derecho de Albert Ventura en Coure, donde se empapó de ese concepto de bistronomía del que, visto lo visto -y probado lo probado-, ya me atrevo a asegurar que Nairod, su primer proyecto personal, luce hechuras.

El local es el que es. Para los que no lo conozcáis de sus anteriores etapas, puede resumirse como de pequeñas dimensiones, con poca luz natural -aunque buena artificial, focalizada en las mesas-, y compartimentado sin agobios en función de sus modestos espacios. Pero resulta acogedor, incluso íntimo, perfecto para esas influencias de la cocina clásica francesa que Rusti ha incorporado a la carta de estreno con tanta soltura como solvencia.

Esplendorosa croqueta de cochinita pibil con cheddar. Rusti debió hacer a miles las de pollo al curry en la barra del Coure, probablemente uno de los catalizadores de la revolución croquetil barcelonesa. El estilo, en consonancia con su mentor, con su crujiente doble rebozado y un interior fluido con tropezones consistentes. Buen punto de picante, además.

Las sabrosísimas rillettes de pularda, melosas, en suave escabeche son otro gran recurso para mostrar el dominio de Rusti sobre las carnes desmigadas o deshilachadas.

Otro guiño al país vecino con la galantina de pato, ilustrado fiambre, con pistachos, intenso jugo de la propia ave, y guarnición de escarola, rabanito y un buen aliño, un detalle que se da por hecho, pero que no siempre se cumple.

Me tientan los boquerones sobre tortilla abierta, pero los dejo para otra ocasión. Rusti, que nos toma la comanda, tiene razón, y los guisantes del Maresme viven sus últimos días en la carta. Despedida alegre. Serán los últimos, pero finos y dulces, rehogados junto a su buena butifarra y un fondo, generoso en mantequilla, para levantarse a aplaudir.

Los callos son de campeonato. Literalmente, no es que lo diga yo. Apenas habían ultimado la apertura del local que Nairod ya estaba representado en la 3ª edición del Mundial de Callos Naguar. No ganó, pero la tripa a la siciliana de Rusti, con su parmesano y ese atractivo picante que gana terreno en cada bocado, engancha.

Las crêpes suzette eran mi colofón habitual en el Jaume de Provença, y creo que desde su cierre -y ya ha llovido- no había vuelto a encontrármelas en una carta. Lo celebramos con una ración a compartir, en buen punto de dulzor y, por encima de todo, con una textura aterciopelada que sorprende.

Y en las copas… ¡Borgoña, claro! El Pinot Noir 2016 de Domaine Camus-Bruchon, Bourgogne correcto incluso en su RCP, acompaña bien… y mejor tras la ligera corrección en cubitera que le aplica Rosa Coronado -también ex-Coure-.

Un ticket de 50 euros por cabeza redondea las buenas sensaciones de una noche que, si tuvo un punto oscuro, no fue en las prestaciones de Nairod, sino en la floja entrada que presentaba el local.

Rusti ha vuelto, y debe ser para quedarse. Cuidémosle, que merece la pena.

Post written by Daniel Muro

Tags: alvart, callos, coure, croquetas, david rustarazo, guisantes

4 Comments to Nairod

Leave a comment