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Mont Bar [2019]

miércoles, junio 5th, 2019 | Barcelona, Restaurantes

Siempre que voy a Mont Bar está lleno. El temido cero que, sobre todo en laborables, asola no pocos restaurantes de la ciudad, aquí no aplica nunca. Y vale, no es precisamente un local de grandes dimensiones, pero la cuestión es que, sea el día que sea, sus mesas siempre están rebosantes -literalmente-, a partes iguales, de público autóctono y turistas. Imagino que la mayoría, convenientemente informados, y otros, por puro azar o por efecto contagio, dan con uno de los locales de tapeo y platillos más sofisticados de la zona.

Y eso que el espacio, aunque sencillo y cálido, no presagia el nivel de cocina que luce este gastrobar. Las mesas, pequeñas y apretadas -demasiado, en realidad-, algunas con taburetes altos, y dos turnos en las reservas no parecen las mejores condiciones para una cena gastronómica. Si a eso le unimos un ticket final de promedio alto podríamos estar hablando de un sitio a esquivar. Pero no, al revés. Me pasaba también con el incómodo Suculent, afortunadamente ahora muy mejorado, y reconozco que no son muchos más los locales a los que les concedo esta bula, pero la creativa propuesta de Mont Bar me compensa y no puedo evitar ir repitiendo cada cierto tiempo.

Nos toca la mesa de la ventana. Se puede decir que tenemos suerte, ya que es relativamente tranquila y cuenta con la inestimable ayuda-extensión de la repisa. El dinamismo de la carta invita a un vistazo pausado y, tras un platito de aceitunas -detalle de la casa, ¿por qué se está perdiendo esta costumbre?- y un Yzaguirre Reserva, llega nuestra primera elección: a modo de falso -y crujiente- nigiri, un sedoso steak-tartar de wagyu con chipotle.

Ahora proliferan los bocadillos de autor con fundamento, pero en Mont Bar ya hace años que se ha convertido en un clásico de la casa el sandwich de pies de cerdo con camarones, exitoso mar y montaña con colágeno suficiente para relamerse dos días.

Más elegante y ligero, pero también intenso, el soufflé de berberechos, en una especie de air-baguette de masa madre, y notas de eneldo y salicornia.

El mundo al revés. En la carta de postres están los espárragos y en los entrantes triunfa el mochi. Y es que el de sobrasada, tibio, con queso Mahón y praliné de nueces, potente en paladar y técnicamente impecable, es digno de la estupefacción de nuestros vecinos de mesa japoneses.

Un refrescante apionabo reinicia papilas sin olvidarse de excitarlas, además de ofrecer el primer festival de texturas de la noche, en su combinación con yema curada, erizos de mar y parmesano.

El terciopelo de la caballa -nunca me cansaré de reivindicarla- crece con la botarga y el hilo conductor de un muy buen gazpachuelo de hierbas.

Y apuramos la temporada de colmenillas en el plato de la noche -y de la foto de cabecera-, con las setas, aún tiernas, regadas por un tremendo fondo clarificado de pollo, agradables notas de salvia y el contrapunto salado de los esféricos de gorgonzola.

Ya en los postres, creatividad, técnica y sensibilidad en la tarta helada de leche merengada, que compensa su dulzor potencial con el despliegue cítrico.

La carta de vinos merece también su comentario. En la pared-bodega acristalada, referencias como L’Ermita, Pingus o Petrus… No sé cuánta gente, si es que la hay, pedirá botellas de 4 cifras, pero en el rango medio la propuesta es atractiva y, en muchos casos, con márgenes aceptables. Me convence menos su oferta a copas, algo escasa para el volumen de etiquetas que manejan y su posible rotación en un local propicio para este formato. Así. tras los vermuts iniciales, nos hacemos con un estupendo Rita 2016, complejo y profundo, uno de los Montsant blancos más interesantes que he probado últimamente.

La suma final, 132 euros a repartir entre 2. Lo dicho: estrecho, ruidoso y de minuta importante, pero no lo puedo evitar… Volveré.

Post written by Daniel Muro

Tags: eixample, mont bar, montbar, platillos, tapeo creativo, vinos

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